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LAS CAMPANAS

por Antonio Galiano Montes

DEDÍCATORIA;

- Al pueblo de Castell de Ferro. 

- A los "forasteros" de buena voluntad, con un brindis de simpatía y amistad.

                                                                                                          El autor

 

ADVERTENCIA

Si es Vd. persona de comportamientos ejemplares y modales extremadamente exquisitos, hago constar que, al finalizar mi Relato, ("por exigencias del guión"), utilizo algún término "malsonante" que puede herir la susceptibilidad del amable lector. Si, por el contrario, es Vd. individuo campechano y con amplio sentido del humor, seguro que ya cuento con su aplauso anticipadamente...

Pero, por favor, no me pregunte el nombre del "protagonista" porque, por razones obvias, desde aquel "grosero" instante del "suceso", le hice pasar al "secreto del sumario".

Muchas Gracias.

16.11.1947

Ahí las tiene, forastero. Mírelas bien, ¡cómo lucen su morena hermosura, con salud de bronce y un brillo que da gusto verlas!. Me parece que sus voces, a pesar de la edad, han ganado con el tiempo y se conservan intactas, tan afinadas y melódicas como el primer día que dieron su primer concierto desde su pequeño escenario, en la Iglesia de Castell de Ferro.      

La más alta se llama Lucía, como la dama madrina que la bautizó; la pequeña es María Nicoleta pero, por lo enrevesado del nombre, pidió que le llamásemos Churry que era el diminutivo familiar de la bella muchacha que la hizo cristiana. Sus nombres los llevan grabados en el pecho, como un inmortal tatuaje cerca del corazón. Aquí permanecen en su vieja garita del campanario, fieles a su misión, como verdaderas divas del "bel canto" (soprano y tiple), desde aquel día lejano que hicieran su debut en nuestra presencia.

Su historia se remonta hacia mediados de los años cuarenta, cuando nuestro pueblo costero aún no conseguía recuperarse de las profundas heridas causadas por la guerra. Corrían los años difíciles que mejor recordamos los de mi generación, porque, a una edad temprana, marcaron con más desgarro nuestro carácter, forjándolo en la adversidad, y haciéndolo más sufrido para valorar con más firmeza todo cuanto la vida pueda ofrecernos al paso de los años.

Fue, pues, difícil crecer sobre una tierra desnuda, plantada por las semillas de la guerra. Y ¡eran tantos los problemas de Castell! (y todos de tanta importancia), que difícilmente se podía discernir entre lo más o lo menos perentorio que ofreciera una garantía de acierto, frente a los escasos medios surgidos de la nada. Desde la extrema necesidad de agua potable hasta la urgencia de crear unos puestos de trabajo para la supervivencia del pueblo, todo parecía hundirse más y más, al paso del tiempo. El Estado, como eje vertebral de un determinado desarrollo a nivel nacional, ya tenía suficiente con su plena dedicación a la reestructuración de un orden social, tan mal parado en aquellos años de conflicto visceral; y la gente comenzaba a cansarse de constantes esfuerzos en colectas parroquiales y rifas benéficas que escasamente pudieren paliar algún que otro problema de carácter acuciante. La precaria economía, pues, no apuntaba la menor esperanza para solucionar tanto problema, y Castell de Ferro languidecía en un mare magnum de privaciones y desconcierto. La juventud, frente a un futuro tan incierto, no tenía más opción que resignarse a la vieja frese... "que sea lo que Dios quiera"... hasta que cayó en la cuenta de...   que ¡también Dios se iba haciendo viejo...! - Nuestro pueblo no tenía remedio...

Pero, en la candida idea de que "la juventud lo puede todo", tan en boga en aquellos años de la postguerra, un buen día, un reducido grupo de jóvenes estudiantes del pueblo decidimos asociarnos para dedicar nuestros tres meses de vacaciones veraniegas al servicio de los "pequeños grandes" problemas más perentorios de Castell que, con el tiempo se venían acumulando en las papeleras del Ayuntamiento.

Así, pues, todos de común acuerdo, (como los Mosqueteros), nos surgió la idea de crear una compañía de teatro (que era lo que parecía más acertado para la temporada de verano que Castell se inunda de forasteros) y, consiguiendo reunir un grupo de veinte amigos (de Castell y de Granada), pusimos manos a la obra.

Dª. Lucía Carusillo, Vda. de Ruiz (Argentina), que pasaba una larga temporada de descanso en nuestro pueblo, fue la persona más idónea para que dirigiese nuestro proyecto. Dotada de gran cultura, y amante del teatro de nuestro país, se ofreció encantada, dándonos ideas muy valiosas que con gran ilusión pudimos llevar a la práctica.

Hicimos las gestiones pertinentes en orden a todo cuanto íbamos a necesitar; nuestro primer golpe de suerte fue inmediato, precisamente en la cuestión que más nos preocupaba: un local que nos valiese de teatro. La familia Del Pino se hizo eco de nuestro humanitario proyecto y, gentilmente, nos cedió el amplio almacén de El Molino que por aquellas fechas estaba destinado a la venta mayoritaria de hortalizas, durante el día. (Es justo resaltar esta importante colaboración sin la cual no hubiera sido posible la realización de nuestro propósito, conforme habíamos imaginado). Desde aquel momento, ya tomó cuerpo la ilusionada idea con la "rimbombante" denominación de "AGRUPACIÓN LÍRICO-TEATRAL DE CASTELL DE FERRO".

Con la aprobación de todos, se confeccionó una programación selectiva de comedias de los autores más prestigiosos de nuestro país, destacando los más acordes con el sentir de Andalucía. Así, pues, Arniches, Muñoz Seca, los Quintero, etc. fueron cabecera de cartel a lo largo de las dos temporadas de verano que habíamos previsto desde el primer momento. El proyecto no podía ser más ambicioso: una representación por semana, con la promesa de no repetir comedia alguna, por grande que hubiese resultado su éxito la primera noche. Nuestro objetivo principal, independientemente de la ayuda destinada a nuestro pueblo, fue la sana intención de divulgar un poco de cultura  autóctona entre nuestros paisanos, haciéndolo de la forma más divertida y provechosa para todos. Al final, ellos también se sentirían satisfechos de colaborar en pro de la tierra que nos vio nacer. Y... ¡hagan Patria, señores! -(como se decía entonces)-.

Con nuestra poca experiencia, no fueron pocos los obstáculos que tuvimos que vencer -¡Qué par de veranos de fatiga, de sudor, de nervios y sueño!... De veras que hubiese preferido olvidarme de este tema, por estar en mi recuerdo como la experiencia más catastrófica de mi vida. Confieso que acepté, sin titubeos, porque se trataba de una causa justa y digna de cualquier sacrificio y, por añadidura, ¡mi pueblo!. Por aquel tiempo yo andaba enfrascado con los exámenes de Reválida y el tiempo lo tenía contado; había veces que sólo hice un par de ensayos y, por añadidura, no tenia ni idea del tema de la comedía porque sólo había ojeado mi papel en el autobús de Alsina  en el tiempo que duraba el viaje Granada-Castell. La tensión de exámenes, el sueño y el cansancio, todo unido a mi falta de vocación artística en esta faceta, dígame los resultados. ...  Saber de antemano que lo vas a hacer mal, creo, es traicionarse a sí mismo y al confiado público que espera la calidad que se anuncia, al menos. Y, repito, lo pasé mal..., bastante mal. Porque rendirse... ¡nunca!

No obstante, todo lo negativo, a veces, tiene cierta compensación, y ahora me gustaría recordar solo la parte agradable: reuniones con los amigos de la "Asociación", los comentarios jocosos de nuestras interpretaciones, las bromas, las risas por nuestros propios fallos, etc. etc., sin hacerle caso al tiempo... ¡Teníamos toda una vida por delante!...

Hoy tendría que "pararse" el tiempo...   Desearía citar a todos y cada uno de los componentes de nuestro cuadro artístico que, por su valioso trabajo y esfuerzo, merecieron el más justo reconocimiento. Lamentablemente, algunos ya se fueron para siempre, dejando un vacío insustituible; pero su espíritu sigue latente entre todos los amigos que "duramos" todavía...   y su recuerdo es imperecedero.

En primer lagar, Dña Lucia Carusillo que tan amablemente nos "aguantó", prestándonos su ayuda con verdadero entusiasmo, procurando que todo resultase lo mejor posible en pro de la noble causa que nos había reunido.

Churry Ruiz, que con su alto sentido estético, su gran talento y sus extraordinarios conocimientos del Arte escénico, colaboró de la forma más eficaz para el logro de nuestro proyecto. Su excepcional belleza y sus grandes dotes para la interpretación la hicieron merecedora de los principales roles, en la mayor parte de nuestro repertorio teatral. Ganó sus aplausos a pulso. (Con sólo dar un ligero paseo por el escenario, ya era en sí, el más delicioso espectáculo...; con esto está dicho todo) - Habría que inventar una rosa que llevara su nombre...

El buen amigo Antonio Rivera que, por su desbordante simpatía, siempre le correspondió interpretar los papeles básicamente cómicos. Imposible describir sus grandes dotes para la escena, en pocas palabras; estudiase o no su papel, siempre arrancaba del publico el aplauso más caluroso, como el profesional más experimentado. ¡Gran persona, Antonio!- Miguel Martín, (uno de mis mejores amigos), era por su gran personalidad el autentico actor de carácter, e interpretó sus papeles siempre con gran éxito. Todos los amigos lamentamos su falta, desde aquel funesto día de su partida. Bien pudiéramos decir que Miguel pertenecía a la "Gran Reserva Nacional de Valores Humanos"... que, desafortunadamente, están en extinción.-  Otro gran intérprete fue Joaquín García, que poseía ese "don" de gentes, (lo que ahora se llama "capacidad de liderazgo") que le avalaba el aplauso cálido y seguro en cada actuación.- Elvira Oliveros, brillante e inteligente, era la más polifacética de la Agrupación; lo mismo "bordaba" el papel de una atractiva vampiresa  en plan "pasota", que una viejecilla caduca y temblona; el aplauso surgía espontáneo en cualquiera de su bien realizada interpretación.- Carmela Martín, con su adorable femineidad y su natural dulzura, unido al gran empaque que la caracteriza, sabía ganarse con creces la simpatía de todo el público.

Las comedias fueron elegidas a ex profeso con el mayor número de personajes de similar importancia, a fin de que todos los componentes tuviesen la misma oportunidad de lucimiento personal, dentro del reparto. Así, pues, también debo destacar la excelente labor de Pérez Herrero (abogado de Nigüelas y compañero nuestro de estudios en el "Sacro-Monte"), gran tenor, que tuvo actuaciones de gran lucimiento, dentro de nuestra faceta lírica, al finalizar cada comedia.- Isabelita Sánchez, que, con su serena personalidad y su natural simpatía, fue quién mereció la más larga ovación en el "Guines" de nuestra historia.- Francisco Melero y María Puerta (su esposa), contribuyeron de forma magistral aportando su veteranía y su "saber hacer" en el escenario, cosecharon fuertes aplausos. Pepe Rivera, Conchita Linares, Alfonso Malpica, Antonio Martín, Ricardo Cabrera, Mª Luisa Oliveros, Carmen e Isabel Linares (guapísimas sevillanas), completan la larga lista de la Agrupación.

Lucía, Antonio, Miguel, Ricardo, Francisco y María: espero, por el gran afecto que os tuve, que allá arriba, desde vuestro Palco Celestial del Gran Teatro del Mundo, iluminéis mi memoria con vuestra benévola mirada de amistad, por si tuviera la mala pata de volver a olvidar el texto del ya viejo "papel" de mi vida, como aquella noche trágica en el Teatro del Molino... Descansad en paz, amigos.

Y por último, yo mismo, que mis méritos no fueron grandes, pero mi voluntad… sí. Yo no tengo aptitudes de actor, ni la mínima vocación, desde mi uso de razón; pero tuve que cumplir con el compromiso que había contraído. No consigo olvidarme del tremendo esfuerzo que tenía que hacer para disimular mi patológica TIMI DEZ, y salir medianamente airoso de mi trabajo, todo por mi pésimo concepto del ridículo que siempre ha regido mi mente de forma tan obsesiva. (Por suerte, ahí estuvo el paso del tiempo con el que pude corregir, o disimular, aquel angustioso carácter que las inevitables relaciones sociales acabarían imponiéndome).

Recuerdo que, una noche que representábamos "EL ROBLE DE LA JAROSA", la obra más difícil de aquella temporada, mi papel era relativamente largo y yo estaba en plenos exámenes de Reválida de Bachillerato. Sólo tenía dos días para prepararlo individualmente, sin haber leído previamente la obra, y con la escasa ayuda de dos ensayos a la ligera. - ¿Qué podía esperar?...

Aquella noche del estreno, bien sabía que mi fracaso lo tenía "garantizado" No había otra opción que la de dar la cara, con todas las consecuencias…

El Molino estaba a rebosar, y el cartel de "NO HAY BILLETES" se había colocado en la ventana que nos servía de taquilla. La gente esperaba con ansias la subida del telón, por la abundante propaganda que mis compañeros hablan realizado durante la semana. Y yo... en capilla!!!

Llegó mi momento, y mis primeras frases fueron afortunadas. La labor del apuntador parece que funcionaba, dándome la pauta en el tiempo justo que necesitaba. Pero, de pronto...: ¡¡zas!!, la mente se me quedó completamente en blanco y no recordaba ni una sola palabra más, del "rollo" que tenía que soltar... Mis oídos comenzaron a traumatizarse, y no conseguía coger el hilo del pobre apuntador que se esforzaba en repetir y repetir el texto en vano, con el cabreo   correspondiente. ¡Madre mía... qué va a pasar aquí...!, ¡tres, seis, nueve, doce, quince segundos!..., y el tic-tac del reloj era para mí el estruendo del tren más rápido de la Historia. El público había enmudecido, y el silencio más absoluto montaba guardia en cada muro de la sala, presagiando el ridículo más espectacular. Sólo la presencia de una mosca ponía la nota de movimiento, ante aquellos mil ojos pendientes de mí, disparando dardos encendidos con miradas del nueve largo "parabellum".

Y la tierra... ¡que no me tragaba!...  De haber sido un poco más valiente, yo creo que lo mejor hubiera sido tirarse de cabeza al patio de butacas. Allí, en medio del escenario, con las manos en los bolsillos, me sentía el despojo humano más abominable de la vida... Tic, tac, tic, tac, los segundos ¡volaban! - Ya sólo tenía mente para pensar...: "¡anda que mañana, menudo cachondeo en el pueblo"..! - (¡Y la puñetera casualidad de que  aquella tarde  no pudieran venderse la hilera de banastas de tomates que se veían al fondo...!) - ¡Ahí..., tan a la mano...!

En una situación así, añadiendo mi enfermiza timidez de adolescente... Vd., qué haría? Eso no es para contarlo. ¡Qué sensación de desamparo, de impotencia, de soledad...! y... sólo yo culpable.

Como pude levanté el disfraz de la mirada, y observé al público con mi más cercano pensamiento:

- Si supierais... cómo lo estoy pasando...!!!

Pero, amigo, hay gente buena en la vida: De repente el brillo de las "navajas" se giraron al suelo de cemento y, como un trueno ensordecedor, estalló la más larga salva de aplausos que escuché en toda mi vida.

Si piensas que fueron aplausos de compasión, me sentiría profundamente ofendido. Déjame que siga creyendo que aquello fue el noble mensaje de comprensión y de cariño que mi pueblo quería dedicarme, en aquél momento que, yo creí, era el más trágico de mi existencia. Así fue cómo de inmediato recuperé la calma, y a la par, mi memoria, para continuar normalmente el curso de mi accidentada actuación.

Con un guiño de amor y amistad quise expresar mi gratitud, que aún conservo viva en un rinconcillo del corazón.

A la mañana siguiente, oí que dos mujeres muy buenas de mi pueblo fueron a felicitar a mis padres porque, según ellas, en aquella noche "conseguí" la mejor actuación de toda la temporada... De paso, con mucho esmero, le entregaron, para mí, unas pastillas milagrosas para la descomposición de vientre y la histórica receta de "arroz blanco con la chorreada de limón"... ¡¡"cosa santa"...!!

"AGRUPACIÓN LÍRICO-TEATRAL DE CASTELL DE FERRO"...

Sonaba bien. Parecía algo importante... ¿no? - Y hasta llegamos a creerlo; lo que hacía que cada día nos superásemos en nuestro trabajo despertando el interés de todo el pueblo que nos iba tomando en serio.

Como indica su nombre, la parte lírica estaba representada también por el mismo cuadro de actores. La instrumentación musical, de igual manera, corría de nuestra cuenta, aportando cada uno lo que buenamente supiera, al respecto. Con un piano viejo (a cargo de Dª Lucía), un violín (que Churry dominaba con soltura), unas cuentas guitarras, panderetas, castañuelas y todo cacharro que armara jaleo de fondo, conseguimos formar una orquesta que daba "el pego", acompañando a nuestro coro de voces que no desafinaban demasiado. Las canciones típicas de la Pampa Argentina se popularizaron rápidamente en nuestra comarca, gracias a nuestras repetidas actuaciones que "no daban la vuelta al disco"... en toda la semana. Tuvimos ocasión de inventar composiciones (en música y letra), que incluíamos en nuestro repertorio, con una buena acogida por parte del público. Joaquín y Churry (que habían hecho unos cursos de solfeo), compusieron nuestro propio himno que aprendió todo el pueblo y casi pasó a ser el "himno Nacional de Castell de Ferro", ("capital de la cultura"), durante todo aquel verano. -¡No se oía cantar otra cosa, para nuestra lógica satisfacción! (modestia aparte)-.

Han pasado muchos años y aún suelo oír en el pueblo, de vez en cuando, el tarareo de aquella canción que fuera el emblema de nuestra pandilla. Y no sé  a qué se debe el impulso mecánico que me hace escucharla con cierta atención..., como si no la hubiera oído... jamás...   

Aunque  desde aquel lejano verano nunca la haya vuelto a cantar, voy a ver si recuerdo su letra:

HIMNO DE A.L.T. DE CASTELL DE FERRO

"Venimos contentos y con alegría,

 todos poseídos de un noble ideal,

divertir a todos (a chicos y grandes)

es nuestro deseo, ese es nuestro afán.

 

Que pasen un rato, contentos, felices,

se lo deseamos con el corazón

y si conseguimos este nuestro objeto,

se da por pagada nuestra Agrupación.

 

¡Optimismo y alegría,

la risa a raudales,

la gracia y la sal!

Sólo contamos con eso,

para hacer agradable

la velada teatral.

- ¡chin-pón! –

AGRUPACIÓN LÍRICO-TEATRAL DE CASTELL DE FERRO

DE PIE: Antonio Galiano, Miguel Martín, Churri, Joaquin García Cruz, doña Lucía, Antonio Martín, Elvira Oliveros, Carmela Martín y Pérez Herrero.

AGACHADOS: Ricardo Cabrera y Antonio Rivera.

Me imagino que mucha gente la recordará.

 

Esta parte lírica de nuestra Agrupación se realizaba como número final de cada espectáculo; broche de oro, después de la representación de la comedia. Fue lo más divertido de nuestro trabajo, sobre todo en los ensayos donde las anécdotas se sucedían constantemente. Era la hora de reláx en la que cabían toda clase de bromas entre todos, una vez que habían terminado los ensayos de la comedia, donde, por la cuenta que nos traía, individualmente, deberíamos afinar toda nuestra atención y responsabilidad para no caer en el menor fallo que destrozara nuestra obra. En los coros teníamos la salida de... echar la culpa al vecino que desafinaba sistemáticamente, o al piano que no daba la pauta. Innumerables fueron las divertidas jugarretas que nos gastábamos para liberar el tremendo estrés que nos "encadenaba" a la duda de nuestra actuación, buena o mala, como actores. El ensayo de coros era el tiempo ideal para dar rienda suelta a nuestra vitalidad juvenil que, en cierto modo, estaba ligada por algún tiempo a una labor que desconocíamos por completo, en un entorno que no podía brindamos el más elemental consejo. Conservo un grato recuerdo aunque, desde entonces, no haya, vuelto a abrir el pico para repetir tontería semejante. -Y es que... ¿lo haríamos tan mal?-

(Desde luego, estábamos bastante lejos del "Orfeón del Ejército Rojo de Moscú". Eso era evidente).

****

El segundo verano de "cómicos" tocó a su fin y nuestra misión había sido cumplida. Pese a todos los descalabros sufridos en la temporada, nuestro balance final fue positivo. El público, en general, había acogido con amor y simpatía nuestro esfuerzo y, una vez más, me sentí orgulloso de mi pueblo y de mis vecinos hermanos, Gualchos y Lujar, que nos respondieron tan generosamente en todo momento, alentándonos con su asistencia y su aplauso, sin que jamás emitieran el más leve juicio negativo hacia todos y cada uno de nosotros. Siempre les estaremos agradecidos. Creo que valió la pena.

Al disolverse la "Agrupación" me quedó el grato recuerdo de aquellos meses de solidaridad, durante los cuales pude conocer un poco mejor a mis paisanos y amigos, y consolidar con más fuerza nuestro afecto y nuestra amistad.

Así, pues, hicimos el balance pertinente y, aunque la recaudación de taquilla fue de lo más satisfactorio, estábamos en la obligación de restar gastos que,  lógicamente, se habían originado. El resultado final fue bastante considerable, aunque todos habíamos soñado mil veces con haber recaudado la fortuna ingente que necesitaba nuestro pueblo para así cubrir todas sus urgentes necesidades. Y claro ¡los sueños..., sueños son...!

Ahora nos restaba decidirnos por el "hueco a tapar" de la forma más justa y más necesaria, a tono con lo escaso de nuestros fondos. ¡Castell necesitaba tanto!

Con este motivo, una tarde de Octubre, todos los amigos y componentes de la Ex-Agrupación fuimos reunidos en la Plaza Central del pueblo para que, con unanimidad, acordásemos la inversión de nuestro "reverenciado" botín, antes de que... el Diablo hiciera su fatídica presencia y anestesiara nuestras vírgenes conciencias insinuándonos la conveniencia de emplear nuestros fondos en una sonada francachela, a base de corderos al horno, regados con el insuperable vinillo de la costa, y quedar como unos cerdos...

Pero nos resultaba difícil coincidir en lo más útil para el pueblo, que significara eficacia en la justa inversión. -¡Eran tantos los atrasos del pueblo...! - Y nuestro botín no podía llegar a gran cosa.

Dilucidando durante un buen rato sobre el tema, (como el cuento de "La Ratita del centavíco"), de pronto, a corta distancia de nuestro grupo, aparcó un autocar repleto de forasteros que vociferaban sus "aleluyas turísticas" de la forma más escandalosa. Bajaron todos con su gran algarabía y dispusieron sus cámaras fotográficas (que parecían recién compradas en la capital) y, sin mediar palabra con nosotros, comenzaron a fotografiarnos, de arriba a abajo y de abajo a arriba, sin el menor disimulo. Con la extrañeza lógica, decidimos giramos de espalda y, entonces, acrecentando sus risas, con cierto sarcasmo, y luciendo toda una joyería de oro en sus dentaduras, se dedicaron al tema inevitable de "los paletos de Castell", y del deplorable aspecto de la plaza que aún no podía ocultar sus huellas de la guerra. Toda mujer que pasara portando su cántaro de agua a la cabeza, y todo borrico cargado de melones eran fotografiados con insistencia, como si se tratase del espectáculo más divertido de la España de los cuarenta. Comentarios de crítica negra con la respuesta de grandes carcajadas, estaban terminando con nuestra paciencia. En el fondo, nos sentíamos humillados ante aquella inesperada avalancha de nuevos ricos de ciudad que parecían haber hecho el viaje, sólo y exclusivamente, para ridiculizar a nuestro pueblo que, con certeza, nunca les habría pasado tarjeta de llamada...  Con toda seguridad, aquel "risueño" grupo de vagos cuarentones, terminarían como tantas veces, poniéndose "moraos" de pescao fresco a precio de risa, y de vino tinto de Polopos que casi era regalao...   Y hasta daría por hecho que, a la vuelta, como postre, serían capaces de llenar el maletero de melones... "por la cara", aprovechando que los huertos están al borde de la carretera y tan al alcance de la mano... (Como venía ocurriendo con tanta frecuencia, habitualmente).

De pronto, para colmo nuestro, comenzó a sonar el tin-ti-neo del martillo sobre la vigueta de hierro  (situada en el campanario) que el Cura había colocado para suplir la falta de campanas, desaparecidas durante la guerra. Era lo que faltaba...  para acrecentar la burla de aquellos insensatos.

Realmente, la vigueta parecía querer "lucirse" aquella tarde torturando los oídos de cualquiera con el peor sonido de su larga y santa trayectoria...  Anunciaba una boda, pero parecía más bien una desesperada llamada de auxilio, o una alarma de guerra surgida de momento...  Las risas llegaban hasta el castillo que corona al cerro del pueblo, y nuestra dignidad como hijos amantes de Castell estaba quedando mal parada, a medida que subían de tono las maliciosas críticas de aquellos intrusos. Evidentemente, estaban terminando con nuestra paciencia.

La proyectada conversación sobre el empleo de nuestra bien ganada peseta había quedado interrumpida por el molesto barullo y la cercana presencia de aquellos desconocidos. No obstante, la insólita actitud de los mismos, con toda su carga de impertinencia, estaba iluminando nuestro silencio con una IDEA nueva y generalizada, que sería la justa solución de nuestro problema.

La humilde vigueta dejó de sonar y el "cachondeo-vecino" también, produciéndose un extraño silencio. Nos miramos uno por uno, como si nos estuviésemos comunicando con el pensamiento... y de pronto, exclamamos al unísono...:

¡EUREKA! - COMPRAREMOS UNAS CAMPANAS

La rotundidad de nuestra unánime conclusión nos hizo explosionar la más sonora carcajada. Los forasteros, un tanto "mosqueados", quedaron en silencio. Momento que, uno de mis amigos (que era muy proclive a la aerofagia), aprovechó para aleccionarles de la siguiente manera:

"Señores:

Es cierto que mi pueblo aún sigue en ruinas de la guerra; que las mujeres visten de luto todavía, y traen el agua de la fuente; que los burros (con perdón) acarrean maíz y melones para nuestro único sustento; también es cierto que hoy no tenemos campanas en el campanario para recibir como se merecen "ciertos" forasteros procedentes de la gran ciudad..., pero somos buena gente y tenemos, la precaución de reservar alguna campana suplente, de mejor calidad, mucho más sonora, de mayor efecto".

Seguidamente, dobló el cuerpo un poco hacia adelante, levantó con energía una pierna... y dijo:

- ¡Ahí va eso!: ¡¡¡Poooooom...!!! -(y sonó de estampido el pedo más sonoro que se haya registrado en toda la Historia).

(Fuertes aplausos por el foro).

No hace falta explicar la reacción de los forasteros que agacharon cabeza y doblaron esquina.

Y, efectivamente, tuvimos campanas; dos reales campanas de verdad. Como dije al principio, una se llama Lucía y la otra Churry. En toda la tarde no cesan de repicar, con más alegría que nunca, y con el mismo vigor que tuviera aquel grupo de jóvenes rebosantes de vitalidad, y colmados de las más grandes ilusiones, que hicieron posible la presencia de ambas en ese blanco campanario...

Hoy suenan con más entusiasmo porque esta tarde se celebra una boda especial. También había boda aquella tarde de los "risueños  forasteros de dientes de oro; solo que entonces funcionaba una humilde vigueta de hierro y hoy son auténticas campanas, como las de antes de la guerra. Pero éstas han nacido de una idea feliz, concebida en una circunstancia insólita (que, dicen, trae buena suerte) en aquella tarde... ya tan lejana. -Son las "pregoneras" de los más profundos sentimientos de la Humanidad: unas veces susurran su lamento con ecos de tristeza, como una oración elevada a un ser querido que se marchó…; otras, en cambio, tienen sus días de gozo en el    acontecimiento afortunado, y, entonces, sus notas transmiten su contagioso júbilo, haciéndolo sublime en cada corazón. Y ahí permanecen fieles a su misión, interpretando las distintas emociones que manda la Ley de la Vida.

Me creo que esta tarde suenan mejor, y su alegre concierto me recuerda una célebre Marcha de Félix Mendelssohn, (¡Qué suerte la mía, que hoy "pregonan" de la Ley la faceta mejor, dentro de mi familia...!) y, para nosotros se habrá marcado un hito nuevo en la historia de Lucía y Churry como "cantoras" de felicidad.

No me queda más que decir, forastero. Esta es la historia de las campanas de mi pueblo; una historia matizada de alegría y dolor a través del tiempo, como en sí es la vida. Me resta añadir que, si alguna vez repites tu visita a mi pueblo, es bueno que sepas que, desde aquel día de "marras", tenemos campanas auténticas y dispuestas a recibir con su toque de "Gloria" a todos los que vienen en son de paz, con la sana verdad en su semblante.

Castell de Ferro siempre conserva su espíritu hospitalario que le caracteriza, y sabe ofrecer su afecto y amistad a cambio de nada, si eres persona de buena voluntad.

 

Antonio Galiano Montes

Madrid, 25 de Mayo de 1.993

 

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